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El Zumbido Verde

El capitalismo: un adicto al petróleo incurable y desahuciado

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Es fundamental conversar sobre el petróleo en estos tiempos de subidas y caídas de sus precios llenas de vértigo, de juegos geopolíticos internacionales para subir o bajar su costo, en estos tiempos en que tanto las personas de a pie, como los países pequeños, estamos en el medio de estas mezquinas juergas. El petróleo parece ser la clave y el centro de la economía, el ojo del huracán de la geopolítica global. ¿Pero de qué economía? Es definitivamente fundamental para la falsa economía de las burbujas, de la pirotecnia y de los artificios, la economía del mercado como dios y creador de todo (incluso de una noción de libertad aberrante por su injusticia, estupidez y podredumbre), esa economía que físicamente no existe. Es claramente indispensable para la economía de los flujos de capital, esa sí una economía real. Sin embargo, el petróleo es la sangre de la economía profunda, de la economía de verdad, de la economía real-real. Aunque la discusión del petróleo se ha centrado casi siempre en los precios del barril, y cómo hay países para los que esto es vital, pues su financiamiento depende irremediablemente de qué pasa con el mercado del petróleo; en esta discusión quiero hablar de otras cosas, no menos importantes, pero tal vez más escondidas. Primero hablaré un poco sobre el metabolismo social, aunque ya lo hice en la entrada La economía de verdad o la economía real: El metabolismo social (http://ecofilosofadas.blogspot.com/2012/08/el-metabolismo-social-la-materia-y-la.html). Después entraré en la importancia del petróleo para el capitalismo, y terminaré discutiendo el absurdo uso que le estamos dando (es absolutamente estúpido que nos estemos acabando el petróleo, para generar acumulación de capital),  para dejar claro la importancia de desfosilizar la economía. Está claro que la lucha contra el cambio climático, la reducción de los gases invernadero y la sustentabilidad son imposibles dentro del capitalismo, son contradicciones irreconciliables. Existen casos de economías que, en gran medida y forzosamente, limpiaron su metabolismo de petróleo (imposible completamente), y uno de los resultados más sorprendente fue una mejora impresionante en la dieta y en la salud de la gente. La economía profunda, la economía física, se debe entender desde otra visión: no la de flujos de capital, sino la de la circulación de materiales, energía e información, fluyendo y siendo metabolizados por las sociedades. Antes de ponerme pesado con conceptos áridos, les recomiendo que vean este video de 20 minutos que explica las cosas mucho mejor de lo que yo podré hacerlo (https://www.youtube.com/watch?v=9GorqroigqM#t=10). Ahora sí, me pongo pesado, pero sólo por unos pocos párrafos (solamente unos cinco, espero).

 

El metabolismo social

 

Me disculpo de antemano por la filatería de las palabras que uso en esta parte. A veces quienes nos dedicamos a la academia, perdemos esa capacidad de decir las cosas como la gente normal. Espero que sepan entender y que sigan leyendo, a mi favor tengo que decir que ¡es sólo este trocito!

El concepto de metabolismo surge en el siglo XIX en la biología y en la química. Este término viene del griego metabole, que significa cambio, y representa a las transformaciones físicas y químicas que ocurren dentro de un organismo, es decir, a los procesos que permiten que el organismo se mantenga, crezca y se reproduzca. El metabolismo, en ese contexto, implica a las operaciones biológicas de un organismo, a sus procesos químicos, y a los mecanismos de regulación y control que garantizan que sus condiciones internas sean estables (homeostasis), y aptas para su normal funcionamiento. El término metabolismo, por tanto, abarca lo siguiente:

  1. a los mecanismos que gobiernan las reacciones bioquímicas de los organismos, y que adicionalmente, permiten mantener su homeostasis,
  2. a los procesos bioquímicos de intercambio, mediante los cuales un organismo toma materia y energía de su entorno,
  3. a los procesos bioquímicos que permiten la incorporación de dicha materia y energía al propio organismo, y por tanto, éste puede mantenerse y crecer, y
  4. a la liberación al ambiente de materia y energía, que termodinámicamente poseen una entropía más alta que los originales.

La idea del metabolismo se usa posteriormente para referirse al funcionamiento de los ecosistemas (metabolismo ecológico), para finalmente entrar en el mundo de las ciencias sociales a través de Sergei Podolinsky, Jakob Moleschott y Justus von Liebig. No obstante, es de la mano de Marx, bajo la idea del metabolismo social, que se populariza, él lo aplicó para representar la apropiación humana de la naturaleza. Sin embargo, tal vez el vínculo más fuerte, entre este concepto y las ciencias sociales, fue establecido por Nicholas Georgescu-Roegen y Howard Odum (cada uno de forma independiente). El metabolismo es el vínculo entre los sistemas sociales y los sistemas ecológicos. El metabolismo social se refiere al conjunto de procesos por medio de los que las sociedades humanas se apropian, circulan, transforman, consumen y excretan diferentes productos (materia, energía e información) y/o procesos del metabolismo ecológico, es así que, las sociedades humanas pueden ser entendidas como sistemas complejos, orgánicos, y dinámicos, que producen y reproducen las condiciones indispensables para su existencia, a partir de su metabolismo con la naturaleza. La estabilidad y el mantenimiento de las funciones e infraestructuras de los sistemas sociales dependen de su metabolismo, es decir, de la entrada y el procesamiento de flujos de materia, de energía y de información, que se caracterizan por tener baja entropía, y al mismo tiempo, por la salida, materia y energía de alta entropía, y también de información. De esta manera el sistema ecológico determina la forma en la que se configuran las sociedades, y la organización de las sociedades determina la forma en la que éstas transforman al sistema ecológico, por lo que el metabolismo social es fundamental para entender el proceso socio-ecológico de coevolución, o lo que es lo mismo, la adaptación de los seres humanos a su entorno, mientras lo transforman activamente y se re-adaptan a él.

 

El petróleo, el metabolismo social y la revolución industrial

 

 

Solamente entendiendo lo anterior, podemos comenzar a visualizar la importancia del petróleo para el capitalismo actual. Hasta hace no mucho tiempo, unos 235 años, la economía humana (el metabolismo social), dependía casi completamente del trabajo humano y de los animales domésticos. Me refiero al trabajo entendido físicamente, es decir, ese trabajo que se puede medir en calorías por hora. Salvo el uso de distintos combustibles para cocinar o calentar la casa, casi toda la energía que se usaba para mantener a las sociedades y sus economías en movimiento era humana o animal. Esto cambia drásticamente con la máquina de vapor, pues ésta significó que el trabajo para mantener a las sociedades ya no tenía que ser solamente humano. Poco a poco esas revolucionarias máquinas fueron cambiando, volviéndose más sofisticadas, más complejas, más eficientes, más eficaces. Las fuentes de energía para mantenerlas funcionando también fueron cambiando, y de repente ya no eran el carbón vegetal y el vapor, sino el carbón mineral, el gas natural, el petróleo, y por su puesto, la electricidad. La altísima calidad de la energía contenida en el petróleo, significó una entrada de energía nunca antes vista por la humanidad, tanto así, que hay quienes están convencid@s que el petróleo fue el factor determinante que permitió que la población llegue a los tamaños que tiene hoy. Es claro también, que hasta el día de hoy, no existe otra fuente de energía capaz de abastecer la demanda energética del capitalismo actual (los riesgos de la energía nuclear son demasiado altos como para considerarla una alternativa). El petróleo actualmente se utiliza como fuente de energía, pero también como materia prima para diversos materiales y para productos agroindustriales. Este combustible fósil puede ser una fuente directa de energía, por ejemplo, cuando lo quemamos para mover vehículos, o para hacer funcionar la gran diversidad de motores que hay (y sus usos), pero también puede ser una fuente indirecta, cuando lo usamos para producir electricidad. De esta manera, mientras más electricidad usamos, y más motores tenemos funcionando, más petróleo consumimos. Pero las sociedades humanas no dependen del petróleo sólo para la generación de energía, sino también de la industria petroquímica, por ejemplo, para la producción de materiales como los plásticos, el poliéster o el nylon, o también, para la producción de la gran cantidad de productos agroquímicos que la agroindustria necesita: fertilizantes, herbicidas y pesticidas. En realidad no me puedo imaginar, y menos enumerar, la impresionante cantidad de cosas de nuestras vidas cotidianas que vienen del petróleo.

 

De nuevo el petróleo…

 

Hasta ahora todo bien ¿verdad? El petróleo ha sido mágico, vital y maravilloso, la piedra filosofal del mundo contemporáneo. El problema, por un lado, es que el petróleo se está acabando, y esto no es metafórico, se va a acabar (https://www.greenpeace.org/international/story/29458/peak-oil-decline-coronavirus-economy/). Por otro lado, es que, junto a los otros combustibles fósiles (carbón mineral y gas natural), es la fuente principal de gases invernadero (los que causan el calentamiento global), y también de una gran cantidad de compuestos tóxicos, que nos están envenenando y enfermando. Actualmente, se consumen 152.000 litros de petróleo por segundo (40.000 galones por segundo) ó 85’000.000 de barriles por día (unos 13.515’000.000 de litros por día), y la demanda crece constante y sostenidamente. En este punto de la historia es cuando debemos preguntarnos para qué estamos usando el petróleo, y si de verdad necesitamos consumirlo a los niveles actuales, es decir ¿será que lo estamos desperdiciando? Como largamente se ha demostrado, y se ha publicado, tanto en una interminable y profunda literatura académica, como en una abundante literatura de divulgación, en el periodismo de investigación, en incontables reportajes, videos, documentales: la esencia y el alma del capitalismo es el consumo. Para ello ha ideado una impresionante cantidad de estrategias, métodos y herramientas, para garantizar que el consumo crezca y crezca: tratados de libre comercio, marketing, publicidad, obsolescencia programada, o la moda (obsolescencia percibida), por ejemplo. El problema es que un mayor consumo de cosas, implica también un mayor consumo de petróleo. Ahora bien ¿de quién es el petróleo y su energía? Es una pregunta que no puedo responder, porque implica un montón de consideraciones éticas distintas y diversas, que serían motivo de varios libros. Lo que sí puedo decir es que es el resultado de lentísimos procesos biológicos y geológicos, casi imposibles de replicar, que condensaron la energía solar en energía química. Lo que si tengo claro es de quién no es el petróleo: de los mercados. Sin embargo, la reproducción y acumulación del capital propia del capitalismo (perdón por la redundancia ¡ya sé que suena horrible!), se sostiene en la apropiación (o en adueñarse) de la energía del petróleo.

 

 

Estamos usando el petróleo para mantener en movimiento a una maquinaria industrial, que produce, descarta, maquilla, y vuelve a producir, una serie de aparatos, objetos, y cosas, a una velocidad cada vez más insufrible. El petróleo se usa para que podamos comprar, tirar, y volver a comprar, una infinidad de bienes destinados, no a satisfacer las necesidades humanas, sino a mantener el mercado en movimiento, para reproducir el capital, y para que éste se acumule en pocas manos.  ¿Se dan cuenta del absurdo? ¿del sinsentido? ¿de la suprema estupidez de esto? Usar una fuente de energía limitada, que se acaba (ya se está acabando), para mantener en movimiento al mercado. El mismo mercado que no garantiza la satisfacción de las necesidades humanas, sino la reproducción del capital, y al mismo tiempo, que éste se quede en pocas manos. El capitalismo no puede existir sin petróleo, e irónicamente es quien se lo está comiendo y terminando, cada vez con bocados más grandes, en una suerte de paradoja y de oxímoron al mismo tiempo. El capitalismo es un sistema que se sostiene en el petróleo y en la explotación humana (aunque es otro tema, es aterrador saber que nunca antes en la historia de la humanidad ha habido tanta explotación humana). Es un adicto terminal, al que si le quitas su droga, morirá irremediablemente. Creo firmemente que otra economía es posible, una economía basada en la satisfacción de las necesidades humanas, y no en la reproducción del capital. Personalmente me gusta mucho el enfoque de las necesidades humanas de Manfred Max-Neef: cuatro necesidades existenciales (ser, estar, tener y hacer), y nueve necesidades axiológicas (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad) (ojo, no la libertad aberrante, degradada, distorsionada y absurda planteada por el neoliberalismo y los libertarios). Estoy convencido que con otra economía si podemos transitar a la sustentabilidad ecológica, a la justicia social, y a la felicidad humana. Con el capitalismo definitivamente no podremos.

 

Desfosilizar la economía

 

 

El caso de Cuba, luego de la caída del muro de Berlín, ilustra claramente, en una suerte de pintura hiperrealista, la complejidad de un escenario sin petróleo, como lo podemos ver en estos dos enlaces (http://ecosur.org/index.php/edicion-44-dic-2015/740-cuando-se-acabo-el-petroleo-la-experiencia-de-cuba) (http://ecosur.org/index.php/experiencias/cuando-ceso-el-flujo-del-petroleo). Ante la inminencia del peak oil, es fundamental desfosilizar nuestro metabolismo, desfosilizar nuestras economías. Jamás me han gustado esos argumentos apocalípticos, sin embargo, el caso del petróleo es de sentido común, y no de predicciones gestadas en oráculos new age y escondidos. Las reservas de petróleo globales son limitadas, hace mucho que no se descubren grandes reservas nuevas. El ritmo de extracción y consumo nos acerca cada vez más a su final. Extraer petróleo cada vez es más difícil y más caro, y el petróleo que se saca es de peor calidad (lo que encarece su transporte y refinación). Hay casi un acuerdo en que ya hemos alcanzado el Peak Oil o el Cenit del petróleo o el pico de extracción. Esto significa que ya no podemos extraer más petróleo del que extraemos ahora, y que de ahora en adelante lo único que puede ocurrir es que su extracción baje a corto o mediano plazo. La consecuencia de esto es que los precios del petróleo subirán en el mediano plazo, y muy probablemente, subirán para no bajar. Hay quienes dicen que la producción de energías limpias, como la eólica, la solar, la geotérmica o la hidroeléctrica, reducirá la demanda sobre el petróleo y por lo tanto, se reducirá su consumo. Es muy probable, pero las energías limpias tienen una limitante, y el consumo energético del capitalismo no podrá ser abastecido por ellas. Sólo ganamos tiempo. Necesitamos una transición planificada, para que nuestras sociedades, nuestras ciudades y nuestro país estén listos para afrontar un mundo con muy poco petróleo. Para que no necesitemos del petróleo para vivir, para garantizar nuestro metabolismo social y su reproducción. Siguiendo el ejemplo cubano, es fundamental que la generación de electricidad no dependa del petróleo, pero no es suficiente. Se necesita liberar del petróleo a los sistemas de movilidad, de producción de alimentos (tanto en maquinaria y equipos, como en agroquímicos), de construcción, y al sector productivo. Una tarea titánica, pero posible. Es por eso que es fundamental la transición hacia una economía que vea más allá del desarrollo, feminista, ecológica, intercultural. Una economía donde la creatividad y la innovación nos permitan limpiar nuestro metabolismo del petróleo, desfosilizar-nos, y poder seguir transitando el sendero de gestación y resignificación constante del Sumak Kawsay.

Investigador y docente universitario. La Ciencia y Tecnología Ambientales son un espacio enorme y diverso, casi indefinido. Mi doctorado es justamente en ciencia y tecnología ambientales. En ese contexto, todas mis líneas de trabajo e investigación pueden ser entendidas como Ecología Humana. Más específicamente, me he dedicado tanto a la Ecología Política Urbana y a la Ecología Política de la Conservación, como a la Economía Ecológica. Ya en la economía ecológica he trabajado el estudio del Metabolismo Social, y su relación con la cultura, la sociedad, y la organización del territorio, con énfasis especial en el agua. Las líneas de investigación en economía ecológica y ecología política rompen la barrera de las ciencias ambientales y las ciencias sociales, integrando la ecología, la economía, la sociología, la politología, la geografía y la antropología de forma transdisciplinar. Adicionalmente, mis intereses académicos se relacionan con el pensamiento crítico, el feminismo, la epistemología, las ciencias de la complejidad, la teoría del Kaos, y el comportamiento humano. Tengo un interés muy fuerte en la educación popular, la investigación acción y la ciencia post-normal. Mi experiencia de trabajo, además de la investigación, se relaciona con la gestión de procesos, programas y proyectos de investigación, y con los procesos de planificación y gestión de organizaciones académicas y de investigación. Haber servido a la sociedad desde lo público como Coordinador Zonal de SENESCYT para las zonas 3, 6 y 7 fue una experiencia de aprendizaje vital en mi vida. Me apasiona el arte y el aprender de las culturas. Hice teatro por cerca de 10 años, desde los 12 años de edad, y esas experiencias y aprendizajes marcaron mi vida. Soy practicante desde hace más de 20 años de Bujinkan Budo Taijutsu, un sistema de artes marciales japonesas ancestrales y no competitivas. Hoy soy parte del colectivo @LaKolmenaEc y de su panal La Eskuela (@ECLAESCUELA) En el que trabajamos en educación política desde la educación popular, coordino el área de ecologismo interseccional.

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