Opinión
Hay que leer a Dussel…
En un contexto de crisis del pensamiento crítico latinoamericano, la partida de Enrique Dussel es, cuando menos, estremecedora. Fue un filósofo, historiador y teólogo argentino-mexicano que se educó en Argentina y Europa, obteniendo múltiples doctorados en filosofía e historia. Frente a la dictadura militar argentina, se vio obligado a exiliarse en México, donde continuó su obra. Dussel escribió y profundizó en la filosofía de la liberación, ética, política, teología desde el pensamiento latinoamericano y fungió como rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en el año 2013.
Los inconmensurables aportes del filósofo mendocino en la urgencia de recuperar matrices cognitivas propias y disputar la historia, su lógica y sus valores, fijaron caminos que abren y recuperan rutas epistémicas. Bajo el mismo horizonte, siguiendo su filosofía de la liberación latinoamericana en los años sesenta, desenmascara el “Mito de la Modernidad” producto de la conquista de América, que se impone de forma violenta a través de la “negación del otro” en el ejercicio del encubrimiento del mundo interpretado desde la mirada europea. Es precisamente en este choque entre dos mundos donde se constituye, por primera vez, Europa como centro y América Latina como periferia.
Para Dussel, esta modernidad que otorga centralidad a Europa a partir del encuentro con lo nuevo que se encubre en el establecimiento de una percepción del mundo que existe, que se impone y niega otras, obliga a los colonizados a renunciar al entendimiento de su constitución, a eliminar lo que somos por lo que deberíamos ser, a borrar su historia para sumarse a otra. Así la filosofía europea moderna construye la racionalización en función de la premisa cartesiana que condiciona la existencia por el pensamiento: “pienso, luego existo”. De tal manera que la acción cognitiva entra al canon europeo para suponer existencia del ser, de otra forma, el indio no existe. Así surge, para Dussel, la noción de una dependencia constitutiva de América Latina, que representa la catarsis de la acuciante necesidad de escuchar y apostar por el desarrollo de matrices cognitivas propias que surgen de las luchas populares.
El Maestro Dussel se encargó de repensar la cuestión de la modernidad y reconstruir la historia desde el Sur, desmantelando los mitos de “salvación” de los indios que fungían como base para establecer nuevos horizontes utópicos que anhelan superar la escasez, sufrimiento y violencia que la conquista ejerció. Más, el embiste epistemicida que terminó por definir en contraposición a descubrir y entender, permitió la transgresión de ontologías que requirieron ser definidas para ser vulneradas, pero en ningún momento integradas o comprendidas. Es así, dice el filósofo, que el mito de la modernidad logra su cometido de imponer un modelo de vida, de sueños y aspiraciones.
Frente a ello, el catedrático argentino mexicano manifiesta la necesidad de transitar hacia una Trans-modernidad, entendida como un enfoque ético-político que reconoce las diversas expresiones culturales y persigue la promoción y preservación de la vida humana en comunidad a través de valores democráticos sostenidos por el poder del pueblo. Pero ¿por qué es tan importante todo esto? Las contribuciones del Maestro Dussel permiten reconocer las tendencias eurocéntricas en el contenido histórico que evita proferir críticas a la colonia, a su proyecto civilizatorio que sostiene un colonialismo cognitivo que debe ser superado para la liberación histórica de nuestros pueblos cuyo efecto desemboque en el rompimiento de las cadenas de la alienación cultural. Por eso, hay que leer a Dussel para cuestionarnos: ¿qué somos?, ¿cómo llegamos a ser aquello que nos dicen que somos?, ¿cuál es el lugar histórico que han ocupado nuestros países en el desarrollo de la modernidad capitalista?, ¿qué lugar ocupa América Latina en la narración de la historia global? y ¿cómo se articula la filosofía latinoamericana con las luchas populares?
Para el lector, Dussel no representa, únicamente, captura de información y conocimiento que reconfigura la noción del presente y responde estas preguntas, sino que precisamente en el entendimiento de su disputa de la lógica histórica habita el ejercicio de desaprender, de cambiar de lentes epistémicos y constituir las bases para nuevos futuros. Por ello, propone el respeto profundo por el “Otro” que se presenta como alteridad y dignidad intrínseca, es decir, resalta la importancia del diálogo intercultural en la apertura hacia la diversidad y pluralidad de los pueblos. De esta manera, la posibilidad de liberarnos descansa en el redescubrimiento propio sostenido por el diálogo y coexistencia de visiones.
En síntesis, la obra de Enrique Dussel invita a dudar de la historia, a problematizarla y reconstruirla a través de la materialidad que reconoce un capitalismo periférico donde se han gestado y permanecido resistencias. A Dussel debemos aproximarnos para derrumbar mitos históricos y establecer puentes dialógicos que busquen la emancipación en el ejercicio pleno de una trans-modernidad. Solo así podremos recodificar los escenarios políticos que darán paso a una real transformación. Para todo esto, sumado al establecimiento de utopías que se acercan, hay que leer a Dussel.
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